jueves, 5 de febrero de 2009

UN DULCE DÍA DE VERANO

Desde mi lugar, puedo oír el sonido de los árboles crujiendo por el viento; que es como una brisa de verano. Una brisa que impacta contra mi rostro, de una forma dulce, mientras las alondras cantan. Esa suave música me adormece, como una canción de cuna.
Siento el dulce perfume de las rosas y jazmines, los rayos del sol acarician mi rostro a medias, por el lento vaivén de un árbol a mis espaldas.
Mientras las personas se despiertan, maldiciendo por el hecho de despertarse. Yo estoy aquí con una profunda calma que solo se puede obtener al amparo de un roble, un dulce día de verano.